4 consejos para dejar la actitud de víctima y ser responsable
Indice
Cada vez que experimentes sufrimiento o te enfrentes a resultados insatisfactorios en tu vida, me produce una gran impotencia. La victimismo es una actitud en la que nos tratamos a nosotros mismos como víctimas, haciendo del sufrimiento nuestro estándar. Esta actitud implica dos aspectos principales.
Por un lado, implica pensamientos irracionales que se pueden identificar fácilmente a través de nuestras palabras y que se refieren a nosotros mismos, a los demás o al mundo en general. Estos pensamientos distorsionados contribuyen a mantenernos en el papel de víctimas.
Por otro lado, el victimismo conlleva una inestabilidad emocional que se manifiesta principalmente en una sensación constante de sospecha o desconfianza. Además, se observan comportamientos pasivos o pasivo-agresivos, donde la persona que se victimiza intenta atraerte, revelando una sensación de pasión por ella. Sin embargo, una vez que te involucras en su dinámica, es probable que te culpe en el futuro por los problemas que también le suceden. Esta dinámica degenera previsiblemente en relaciones disfuncionales, donde estas personas generan una gran dependencia emocional y manipulan a los demás mediante el canto emocional.
¿Cómo podemos dejar de ser víctima?
Y aquí está lo paradójico: si realmente deseas dejar de ser una persona victimista, solo necesitas reparar los puntos mencionados anteriormente y, básicamente, dejar de actuar de esa manera. Sin embargo, cuando una persona realmente desea dejar de ser victimista, su actitud disminuye. Pero en general, aquellos que se aferran al victimismo, como mencionamos anteriormente, han aprendido una serie de patrones y perciben ciertos beneficios y ventajas al comportarse de esa manera. Por lo tanto, les resulta mucho más difícil abandonar voluntariamente esa actitud.
¿Y cómo contrarresta esta actitud? Vamos a revisar las frases o los patrones más comunes que encontramos en el victimismo y analizarlos uno por uno.
Preguntar qué han experimentado o sufrido los demás en realidad ya no importa tanto. Hemos llegado a un punto en el que parece que la expresión de sufrimiento es más creíble cuanto más intensa o vehemente es. Y las personas que no expresan ese sufrimiento son consideradas carentes de carácter, imaginación y empatía. Aunque el propósito principal de estas frases sea señaló que uno no tiene empatía porque no puede comprender el sufrimiento de otra persona, en realidad es un intento de chantaje emocional para acallar cualquier comentario contrario. En cualquier contexto, sigue siendo un chantaje. Por lo tanto, el primer paso para dejar de ser victimista es revisar nuestra forma de comunicarnos y dejar de repetir estas coletillas que solo justifican una y otra vez nuestra ira, resentimiento y frustración interna, que luego se vierten injustamente en los temas que tratamos. Comparado con nuestra forma de expresarnos, eso sí es injusto.
Responsabilízate
encapsula la esencia básica de todo victimista: no soy responsable de mis acciones, son los demás quienes deben hacerse cargo de ellas y de mi universo emocional. Aunque las personas con esta actitud victimista crean que están haciendo justicia y que merecen comprensión y empatía, en realidad no les importa. Lo que buscan es que los demás giran en torno a ellos.
Deja de ser el centro
El segundo consejo para dejar de ser victima implica reconocer que los demás no tienen la obligación de estar pendientes de ti. Los demás no son responsables de lo que haya sucedido. Debe reconocer que cada persona tiene su propia vida y sus propios problemas, y no tiene la obligación de operar exclusivamente en ti. No eres el centro del universo de nadie, aunque tu objetivo sea convertirte en eso. ¿Qué pasaría si todas estas personas se dispersaran y te quedaran solo/a? Te sentirías completamente inútil e indefenso/a frente al mundo que te rodea. Por lo tanto, tu misión no es atrapar a todos dentro de tu propia órbita, sino todo lo contrario: ser autosuficiente.
Suelta la idea de que la vida te debe algo
El tercer consejo se enfoca en soltarle el brazo al mundo. Así que debes dejar de creer que la vida te debe algo, porque la vida no es justa y no te debe nada. Incluso si te debería algo, no te lo devolverá. El mundo seguirá adelante sin sentir ningún remordimiento por ti, por lo que da igual lo que le grites, el mundo seguirá funcionando. Además, aferrarse constantemente al pasado es un síntoma de que aún no hemos resuelto nuestras situaciones en el presente. Todavía hay partes dentro de nosotros donde nos sentimos auténticamente incompetentes e inútiles, donde sentimos que no tenemos control y no sabemos cómo funcionan las cosas. Sin embargo, reconocer precisamente esas partes de nosotros que despiertan esos sentimientos es crucial para abandonar la actitud victimista.
Autocompasión vs Autoindulgencia
El cuarto consejo para dejar de ser una victima es abandonar la actitud de autocompasión y adoptar la actitud de autoindulgencia. La autocompasión consiste en entristecernos por nosotros mismos, diciendo que somos desgraciados de la vida, pobres diablos, lamentándonos de todo lo que hemos vivido sin poder hacer nada al respecto. En cambio, la autoindulgencia implica perdonarnos a nosotros mismos, reconocer nuestras faltas y defectos sin sentir tristeza por ello. Una vez que los reconocemos, los aceptamos sin utilizarlos como un arma defensiva contra los demás. Ahora bien, ¿cuál es la actitud fundamental que debemos desarrollar para deshacernos de la mentalidad victima?
Responsabilízate de tu sufrimiento
Tomar responsabilidad de nuestro sufrimiento, una vez más quiero enfatizar que responsabilidad no es lo mismo que culpa. Si hay alguna confusión al respecto, la responsabilidad es el objetivo último de cualquier actitud victima. De hecho, todos los consejos que hemos estado discutiendo en este artículo están dirigidos precisamente a desarrollar esa responsabilidad. Por lo tanto, tómalo en cuenta, sin importar si te sientes incompetente, sin control emocional o inseguro de cómo comunicarte de manera diferente. Cada acción que realiza implica responsabilidad. Entonces, pregúntate sobre aquellas cosas graves que te han sucedido, ¿sobre qué tienes control y sobre qué no? Y en relación a lo que controlas, ¿cómo actuaste y cómo te sentiste al respecto? además, considere qué otras acciones tomar para cambiar ese sentimiento o puede alterar el resultado que obtuviste. Cada vez que enfrentes sufrimiento o un resultado insatisfactorio en tu vida, en lugar de quejarte, culpar, juzgar o a alguien más a quien atribuirle la responsabilidad de ese fracaso, mírate en el espejo y pregúntate de qué manera podrías ser tú responsable de lo que te esta pasando.
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